La escritora Almudena Grandes
presentó el día 6 de marzo, desde Alcalá la Real, su nueva novela, El lector de
Julio Verne, ambientada en la Sierra Sur de Jaén durante los años de la
postguerra. El libro comienza hablando del tiempo, de cómo el inicio del
invierno aquí no lo marca el calendario, sino que cuando llega, lo sabes. Y
llega para quedarse. Esa descripción inicial, leída por el cantante Miguel
Ríos, ya logra que te aprietes un poco la camisa, casi notando el viento frío
en el pecho. En el libro, ya habrá tiempo para hablar de Nino, el protagonista,
hijo de un guardia civil. Almudena Grandes aún se extraña de sorprenderse a sí
misma llorando por un personaje ficticio que ella ha creado... creciendo con
él, sufriendo con él.
Yo, desde el escenario, sentado a la espalda del granadino Miguel Ríos, de repente me vi, sin pretenderlo –os lo aseguro–, dentro de una historia de la Historia, teniendo unos recuerdos que nunca tuve y sintiendo una pesadumbre por una negra historia de la Historia de España.
Y así, después de un recorrido por la postguerra, los maquis, los personajes y la historia, uno se ve, sin pretenderlo, inmerso en una escena; uno se ve, sin pretenderlo, dentro de un cuartel, entre paredes finas, casi porosas, pretendiendo –sin lograrlo– aliviar, abrazar, consolar a un niño inocente, que a su vez intenta aliviar, abrazar, consolar a su hermana aún más pequeña, despertada por los gritos, mientras en otro rincón del cuartel un teniente “interroga” al padre de alguien, “persuade” a la madre indefensa de nadie, “sondea” al hermano de todos, de nadie. Curiosos eufemismos...
El silencio de la sala me resultó ensordecedor en aquel instante, al son de las mentiras cantadas... Ese silencio reflejaba los pensamientos y recuerdos de cada persona presente, y pude escuchar en un aire mudo algunas oraciones sin destino: “mi abuelo pudo haber estado allí”, “madre me contó una vez algo parecido”, “el abuelo se hizo al monte”, “aún recuerdo cuando mataron al tío Emilio”, “mi padre era sargento”, “mi familia pudo huir a Francia”... pero aunque las preces ya no valen, yo lancé la mía al aire mudo. Y me vi teniendo recuerdos que nunca tuve, intentando, sin pretenderlo –ni conseguirlo–, consolar a un niño ficticio que sin embargo representa a cada niño real que tuvo que crecer muy deprisa para poder sobrevivir a una época tan dura, tan triste, tan oscura, en la que el miedo convivía con ambos bandos, en la que ambas Españas helaban el corazón.
Ese
escalofriante fragmento final (leído por Carmen Machi), que entremezcla los
gritos del “interrogatorio” y la canción interminable de Nino para consolar las
mudas lágrimas de la niña, tiene una tensión que combina angustiosa y
magistralmente la caricia con la dentellada, la violencia con la ternura, los
dioses y las patrias, la compasión y la crueldad, la canción con el grito, el
amor y el odio y, en definitiva, la vida y la muerte. Así, y nunca mejor dicho:
“golpe a golpe, verso a verso”.
Enhorabuena a Almudena Grandes por su novela y por su “presentación soñada”; gracias a Miguel Ríos, Carmen Machi y Miguel Ángel Aguilar por una noche que será recordada en Alcalá la Real por mucho tiempo. Alcalá , acogedora como siempre, respondió a esta convocatoria llenando el Teatro Martínez Montañés.
Enrique Hinojosa Baca - Vocalía de Formación Cultural y Literaria.
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